“Parecerá
mentira, pero mi destino era andar en la oscuridad y nunca intenté resistir al
destino. Algo inútil por cierto. Cuando todos dormían me deslizaba en puntas de
pie, sin el menor rumor; en puntas de pie con el vestido transparente de dormir
que era -yo creía- mi salvaguarda, mi talismán.
Podría haber luna, caminos despejados, fáciles, pero yo iba como un rayo
hacia la oscuridad.”
(De “La Flor de Lis”).
“Una
remotísima alba, apenas, me hacía salir de la maraña, buscar el camino recto,
volar -casi- hacia la casa; entrar sin rumor alguno. Quedaba tendida en el
lecho, los brazos caídos, el vestido hasta el suelo, como si nunca me hubiera
pasado nada. Como si nunca hubiese bajado del cielo.”
(De “La Flor de Lis”).
“Cuando se dieron cuenta, la tragedia ya había empezado. Una nube vino
rápida del sur y se posó sobre la casa negra, gris, de un blanco tenebroso,
llena de graznidos y silbidos. … Y las
aves a punto de morir caían sobre el patio…. Parecía que era el final de todo. Las almas
tenían miedo y espiaban por un resquicio, la rota eternidad.”
(De “Los Papeles salvajes”).
alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la
noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,
con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el
pájaro no se detiene.”
(De “La Flor de Lis”).
“De
súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por
protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance
de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas”. (De "Los papeles salvajes")
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance
de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas”. (De "Los papeles salvajes")
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